jueves, 28 de noviembre de 2013

MEMORIAS DE RUDOLF NURÉYEV

La exclusividad del ballet clásico para la mujer: ¿un mito?
Aquel niño con problemas de conducta que nació en un tren escribiría la más grande historia del universo artístico: las memorias de Rudolf Nuréyev.


El 17 de marzo de 1938 nací en el anticuado tren que tomó mi madre ese día. Mi nacimiento representó todo un privilegio para Rusia, puesto que, años después, me convertiría en un héroe nacional por ser el mejor bailarín de todos los tiempos.
La violenta llegada de la Segunda Guerra Mundial impidió que comenzara mis estudios de ballet antes de 1955, cuando la Academia Vagánova me abrió sus puertas al percatarse de que el talento corría fugazmente por mis venas. Evidentemente, fui reconocido como el mejor del lugar y se me permitió viajar fuera de la Unión Soviética para demostrar mi incomparable habilidad; todos deseaban tener el honor de verme.

Nuréyev con Bruhn
La fama hizo que una manada de críticos envidiosos y despreciables intentara terminar con mi éxito, metiéndose en mis asuntos y diciendo que mi temperamento era temible, grosero e impulsivo, debido a “conflictos internos respecto a mi propia sexualidad”. Puedo mencionar que personajes como Jacqueline Kennedy y Mick Jagger tuvieron la dicha de simpatizar conmigo, pero quien cambió mi vida fue Erik Bruhn: mi amante, mi confidente y mi protector; le fui infiel infinitas veces, pero nunca nada nos separó.
Precisamente por mi conducta, me prohibieron recorrer el extranjero y me condenaron a actuar solamente en Rusia; sin embargo, aquellos maniáticos no se saldrían con la suya. El lamentable accidente del bailarín principal Konstantín Serguéyev me vino como anillo al dedo: en 1961, lo sustituí exquisitamente en París y me convertí en un ícono para Occidente, por lo que pude decidir dónde y con quién bailar a partir de ese momento.
Nuréyev en The Muppets Show
Los demás no se comparaban con mi grandeza: incontables cineastas me solicitaban y hasta debuté en la gran pantalla con una versión de Les Sylphides; muchos afirmaban que no tenía el talento necesario para el cine, pero lo cierto es que él no estaba a mi altura. Aparecí en el programa The Muppets Show y logré que triunfara mundialmente, sin mencionar mis célebres experiencias en producciones de Broadway.
Tardíamente, en 1983 fui nombrado director del Ballet de la Ópera de París. Si me hubiesen designado con anterioridad, ¿quién sabe lo que hubiera hecho para perfeccionar esa compañía? Sí, siempre tuve las mejores ideas.
Si bien me cuesta hablar de esto, debo decir que una letal enfermedad me desgarraba por dentro: el sida. Debí aceptar que estaba muriendo y con ironía gané la admiración de miles por mi gran coraje.
En 1992, durante la mayor ovación antes recibida, se me hizo entrega del trofeo cultural francés más prestigioso: Caballero de la Orden de las Artes y Letras.
Aquel telón se me cerró definitivamente a los 54 años, cuando el cielo parisiense acogió mi fallecimiento.
Este niño con problemas de conducta que nació en un tren escribió la más grande historia del universo artístico: las memorias de Rudolf Nuréyev, mis memorias.
La exclusividad del ballet clásico para la mujer sí que es todo un mito. Sé que mi historia trascenderá en el tiempo…


Tributo a Nuréyev

 Nuréyev en Le Corsaire






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